Entrevista a Alexandre Roig, presidente de INAES

Alexandre Roig nació en Francia y llegó a Argentina en 2001, en pleno contexto de crisis económica y revuelta social. En aquel entonces, efectuó en nuestro país los estudios de campo para la carrera de sociología. En su rico recorrido académico, fue además investigador del Conicet y directivo de la Universidad Nacional de San Martín. Actualmente al frente del INAES, Roig sostiene que la Economía Social es clave en la reconstrucción del tejido social luego de los años de pandemia y de la corrosiva coyuntura signada por la violencia social y la compleja situación económica. En esta entrevista, comparte su visión sobre el mutualismo argentino, un sector que emplea a unas 35 mil personas en todo el país y nuclea aproximadamente a 10 millones de asociados en 3.800 entidades en actividad, según estadísticas del propio organismo.


¿Cómo analiza el momento actual del mutualismo en Argentina?

Primero, creo que es un sector que está fortaleciendo su presencia en la sociedad a través de algunas discusiones de fondo vinculadas a temas como la salud, la distribución de alimentos en general y el acceso al crédito para algunos sectores productivos. El segundo elemento que es importante destacar, es el fortalecimiento gremial y político del mutualismo en Argentina. Hay cada vez más articulaciones, entendimiento y conciencia de la necesidad de un mutualismo fuerte, tanto gremial como políticamente.
Lo tercero que me parece clave para el sector es la ampliación de la integración con el cooperativismo. Permite sumar fuerzas en un contexto donde el crecimiento de una alternativa mutual es clave y corresponde a un deseo de la sociedad. Tengo un gran optimismo sobre las posibilidades de desarrollo del mutualismo, incluso ante un contexto tan complejo.

¿Qué importancia le asigna en un contexto económico como el presente?
A medida que se va profundizando la crisis económica que estamos atravesando y es de larga data (pues estamos pagando problemas que se remontan a los años 70), me parece que muchas de las respuestas prefabricadas que hay sobre la mesa se agotan una por una. Necesitamos crear nuevas respuestas a las necesidades de la sociedad y eso implica abrir el diálogo y nuevos caminos. El mutualismo tiene entre manos muchísimas respuestas a los problemas contemporáneos, pero esas respuestas todavía no fueron exploradas para el conjunto de la sociedad, sino para conjuntos más locales y territoriales. Si como sociedad liberáramos o generalizáramos la propuesta de la cual es portador, probaríamos un camino nuevo que nos llevaría a un lugar mucho mejor que el que estamos ahora.

¿Qué ocurre con la salida de la pandemia? ¿Qué rol puede asumir el mutualismo?
La pandemia tiene una dimensión sanitaria sobre la cual no voy a ahondar, pero tiene una dimensión social que no terminamos de concientizar. Más allá de lo que el mutualismo puede hacer en los servicios que brinda, es uno de los grandes operadores de la reconstrucción del lazo social después de la pandemia. La pandemia tiene un efecto depresivo y de desborde. Esas dos consecuencias se contrarrestan produciendo sentido. La experiencia de la vida en colectivo, sentir que uno forma parte de una acción mutua, es parte de la reconstrucción del sentido. Debemos tomar muy en serio la función que tenemos en este momento particular de la historia.

¿Qué alternativas puede brindar el mutualismo en este contexto de desborde y depresión, como usted lo define?
Hay un plano del corto plazo, en el cual el modo en el que el mutualismo decide en tiempos de crisis es una fortaleza enorme. Es un lugar de estabilización y de generación de alternativas y nuevos horizontes. El mutualismo es portador de prácticas de solidaridad y eso, en una sociedad cada vez más individualista, permite la vida en común. No terminamos de dimensionar los impactos negativos que tienen sobre la vida social los procesos de individualización que tiene la vida contemporánea. La economía social no es una economía alternativa, sino la condición sine qua non de la vida en común. Debemos tener conciencia de esto, más en tiempos en los que a la representación política le cuesta mucho procesar la violencia social.

Desde una perspectiva histórica, ¿podría comparar este momento de violencia social con algún otro?
Lo más parecido a lo que estamos viendo ahora son tal vez los años 30 del siglo pasado: un momento de mucho desasosiego, de ausencia de sentido y con una crisis de la política. Eso se traduce en el auge de personajes que encarnan una actitud y hechos odiosos. El odio es una emoción primaria muy fácil de identificar y por eso las extremas derechas crecen en todos lados, inclusive en Argentina. Lo importante no es solamente contraponer y entrar en una lógica antiodio, sino comprender la causa de la violencia. Ésta tiene un origen material, pero también nace de la ausencia de sentido. La economía social en su conjunto es un gran productor de sentido porque permite tramitar la violencia que se vive en el día a día, tanto en la realidad material como en la subjetiva. Cuesta encontrar sentido en soledad.

¿Cómo conviven, desde su punto de vista, la realidad de una sociedad cada vez más comunicada a través de la virtualidad y esta falta de sentido o pertenencia?
Las conexiones virtuales, como su nombre lo indica, son meramente virtuales. Ocurren en un plano y tienen un efecto que puede ser positivo o negativo, pero nunca pueden sustituir a la presencia. Lo que plantea el mutualismo es la construcción de una comunidad vinculada a conocer a las personas. Conocerse implica un acto de presencialidad. La virtualización de las relaciones plantea cada vez más problemas que la presencia y la personalización permiten compensar y mejorar. Me parece que eso es un atributo que hay que defender y validar.

Volvamos a la perspectiva histórica. ¿Cómo ubica a esta etapa histórica del mutualismo dentro del desarrollo que tuvo en el país?
Este es un momento con mucha potencia y tendrá tanta más cuando terminemos de asumir qué significa la práctica mutual. Hemos estado socavando y sofocando gran parte del origen y de la potencia que tiene el mutualismo por distintas razones, para transitar de la manera más tranquila posible los altibajos de la vida política.
Sin embargo, se ve claramente que el fundamento del mutualismo es la construcción de la libertad y de la autonomía, en una relación de interdependencia mutua. Tiene una fuerza emancipadora enorme y no puede limitarse sólo a una forma organizativa eficiente (que lo es), sino que expresa un tipo de relación social donde libertad, autonomía e interdependencia van de la mano. Más aún en este contexto en el que la palabra libertad es usada por personas autoritarias, tiene un potencial muy grande, en particular, en el diálogo con los jóvenes, donde hay un deseo de libertad pero, al mismo tiempo, una no comprensión de que ésta se construye en colectivos y no en individualidades aisladas. El mutualismo no es una forma de organización independiente, es un proyecto político.

¿Cómo definiría la postura del gobierno actual con respecto a esta perspectiva?
Todo proceso de gobierno es un complejo de relaciones contradictorias, no es una coherencia absoluta. No todo el mundo opina lo mismo dentro del mismo gobierno. En esta gestión el mutualismo y el cooperativismo han crecido muchísimo. El INAES está ahora en la Jefatura de Gabinete, lo cual demuestra jerarquía y comprensión de carácter transversal. Hemos pegado saltos muy significativos, donde lo importante es ver el resultado: este es uno de los gobiernos que más han contribuido a fortalecer el cooperativismo.

¿Cuál es su postura con respecto al asistencialismo, una política de este gobierno que suele ser puesta en tela de juicio?
El problema central de la vida social es valorizar el trabajo existente. La manera en la cual se problematizaron los planes sociales es un tema mal planteado. Quienes reciben planes son el 5% del conjunto de las personas en edad de trabajar y que trabajan. La sociedad termina discutiendo el todo desde una parte chica que no es el centro del problema porque no es el síntoma central del mismo. Hay que hacer todo lo posible por valorizar el trabajo y eso requiere nuevas instituciones. La labor política debería estar orientada mucho más a valorizar el trabajo y pensar en los circuitos de valorización, con innovaciones fiscales, comerciales, financieras, jurídicas y tecnológicas que estén al servicio de la jerarquización del trabajo y la producción.
Hoy en día, el sector productivo está en manos de agentes que no encuentran respuestas a sus demandas, como es el caso del crédito. Es un diagnóstico que plantea cuatro o cinco reformas institucionales, muchas de las cuales son propuestas por la Economía Social y Popular. Habría que asumir que las viejas recetas ya no funcionan.

¿Qué relación mantiene el INAES con el campo, puntualmente con su sector cooperativo?
Nosotros tenemos una excelente relación con el sector cooperativo agropecuario. Los 150 mil asociados de CONINAGRO son pequeños y medianos productores que aportan al desarrollo del país, que reinvierten los excedentes en su territorio y que contribuyen a la producción de alimentos en Argentina. Estamos en un momento en el que es necesario ponerlos en el centro de la reconstrucción de la ruralidad. Argentina es uno de los países con población rural más chica del mundo: 7,4%. En las ciudades se vive cada vez peor por los procesos de hacinamiento. Si no repensamos el territorio de la mano del desarrollo de la ruralidad, nos convertiremos en un país urbano invivible. No solamente hay que valorizar el trabajo de los productores agropecuarios, sino que debemos ponerlos en el centro de la revalorización.

¿Cuáles son las principales demandas de la agenda mutualista?
Hay algunas que hemos resuelto, como simplificaciones burocráticas para la apertura organizativa en la mayor cantidad posible de organizaciones. También trabajamos en la inmersión federal del INAES haciendo reuniones de directorio en distintos territorios del país, llamados directorios alternos.
Otros aspectos clave son el tema crediticio y lograr la articulación del sistema mutual de salud con el sistema de cooperativas de trabajo, junto con la modificación de este último. Necesitamos asimismo potenciar las proveedurías mutuales como alternativa de distribución de alimentos en el país.
Por último, resulta indispensable que el sector termine de construir los datos sobre lo que hace. Es decir, que podamos saber cuál es el aporte concreto del mutualismo a la sociedad, de forma cuantitativa, al menos aquello que sea conmensurable. El mutualismo da mucho más a la sociedad que cualquier otra forma organizativa y debemos ser capaces de dimensionarlo.

¿Qué papel juega el interior como parte del sector?
Santa Fe y Córdoba siguen siendo los lugares faro del mutualismo. Ojalá se pudiera proyectar al resto del país esa densidad. Hay muchas provincias que tienen un potencial enorme como Entre Ríos y zonas de la provincia de Buenos Aires, Mendoza, La Rioja, Chaco, Misiones y varias partes del Sur. Es un proceso que no sale de la capital, sino de las provincias y por eso es muy potente. Está más cercano a la realidad de la Argentina. Estos lugares son banderas de un federalismo concreto que tenemos que levantar por el bien del país. Acá hay una alternativa que no es porteña y que está mucho más vinculada a la realidad de la historia argentina. Gran parte de la vida comunitaria de nuestra nación fue construida en base a la vida mutual, algunas de las instituciones más antiguas pertenecen al sector.

¿Cómo evalúa hasta el momento su gestión al frente de INAES?
En primer lugar, las palabras que me vienen a la mente son alegría y agradecimiento. Alegría por haber podido potenciar un montón de acciones para el sector. Considero que cuando uno está en un lugar de gobierno, se encuentra al servicio del sector que le toca gobernar. Yo me considero al servicio del mutualismo y del cooperativismo. El balance de la gestión se hará en función de si estos están más o menos fuertes. Por el momento, siento que los potenciamos en todo sentido.
El agradecimiento es por ese trabajo que pudimos hacer, que es colectivo. El INAES tiene la dicha de tener un directorio donde se cogobierna con mayoría de sector. Todo lo que hemos hecho es un proceso colectivo en coherencia con lo que son el cooperativismo y el mutualismo. Hay una coherencia de esa forma de estatalidad que ojalá otros sectores de la sociedad puedan tener. Aquí es donde se toman las mejores decisiones, con respeto por los intereses de los sectores y, a su vez, articulados con los del bien común.
Todavía tenemos un camino por delante con muchos puntos para concretar y estamos seguros de que lo vamos a lograr porque tenemos la potencia de lo colectivo.