“Lo obsesivo también me define, no admito que haya errores”

Buenas & Sanas entrevistó a Istvan Schritter (Istvansch), reconocido ilustrador y escritor de literatura infantil. Dueño de un humor sarcástico e irónico, es fiel a un estilo lúdico y minucioso. Su trabajo refleja una parodia de la vida cotidiana y del arte erudito de los museos.
Con todas las consonantes en su lugar, Istvan Schritter, o mejor conocido como Itsvansch, nació en España y se crió en San Jorge, un pueblo de la provincia de Santa Fe. De raíces húngaras y apellido alemán, manifiesta que de ahí sacó su carácter “obsesivo y meticuloso”. Ya de chico dibujaba mucho y muy bien. Sus padres eran grandes lectores, creció sin televisión y todo el tiempo con un libro en la mano.
En sus inicios se dedicó a las historietas, lo que lo llevó a conocer a grandes artistas como Quino y Roberto Fontanarrosa, quienes lo contactaron con el mundo de los libros para chicos. A los 18 años se radicó en Buenos Aires, abandonó la historieta e inició su carrera como artista integral del texto e imagen. Así comenzó su pasión por los libros infantiles ilustrados, ese “universo de lectura que era un todo, un cuerpo completo en donde uno podía hacer jugar las distintas partes entre sí”.
Lejos de ser el típico “trabajador del tablero” dibuja con las tijeras en público y le gusta interactuar con sus lectores. Cuando piensa un libro, se imagina también cómo lo exhibirá en el escenario. Siempre hizo lo que quiso y sin consentir cuestiones de mercado. Los chicos lo desafían, los grandes se desconciertan. Sus obras no respetan edad e invitan al lector a transgredir los límites. Su último trabajo, Obvio (2016), abre el juego a pensar que “no hay nada tan obvio y todo es absolutamente relativo”.

¿Cuál es el punto de partida a la hora de iniciar un trabajo?
Primero me centro en el objeto, más allá del texto y de la imagen, lo pienso como un concepto. Desde los inicios de mi carrera siempre fue así. Años más tarde entendí que eso fue lo que me cautivó del género y por eso continué con los libros infantiles. Era un objeto integral, y no una página dentro de una revista. Me permitía desarrollar una idea completa y jugar con distintos lenguajes.

¿Qué materiales utiliza para sus ilustraciones?

En realidad ilustro con papel. No es un collage, aunque los hago, porque collage implica diferentes materiales. Mis dibujos son íntegramente hechos en papel, con superposición de papeles con cartones en el medio. Todo es muy sobredimensionado, y a eso después se lo fotografía para que las sombras se proyecten.

¿Cómo describiría su obra?

La particularidad de mi obra es que son los libros. Por más que haya mucha gente que hace ilustración de libros, el dibujo es la obra. Mi obra es el libro completo. Me gusta jugar con el humor paródico tanto en los textos como en las ilustraciones, que viene generalmente de lo cotidiano. Puede ser algo usual de la calle o más erudito proveniente de los museos o del discurso de la crítica de arte. Soy consciente que llama mucho la atención el tipo de trabajo y la cantidad de trabajo que contiene. Lo obsesivo también me define. No admito que haya errores. Cada cosa debe estar en su lugar y no en otro.

¿Cómo reaccionan los chicos con su trabajo?

Cuando esos libros se manifiestan auténticamente como álbumes, o sea, texto e imagen funcionando como inseparables para construir una historia, los chicos quedan cautivados. Mi apuesta es apelar a esa inteligencia natural para incursionar dentro de un territorio que es el libro, que les ofrece algo que no encuentran en otros discursos. Se nota cuando es auténtico y un espacio de juego desafiante, se ve de inmediato en la espontaneidad de sus reacciones.

¿Cuál es su visión del mercado editorial actual?

Nos toca vivir un momento de inflexión a nivel histórico, donde el avance de las nuevas tecnologías produce una natural falta de entendimiento entre generaciones. La crisis actual también afecta el mercado económico del libro, en donde las conductas son muy inaprensibles. Sin embargo, pienso que terminaremos teniendo una conciencia en donde no va a hacer falta saber todo.

¿De qué trata su último trabajo, “Obvio”?

Es un libro que sigue generando mucho revuelo. Me propuse que la relación texto-imagen sea innegable, pero a la vez desconcierte porque en realidad no es que la imagen remite directamente al texto o viceversa, pero sin ninguna duda puede hacerlo. En apariencia es un libro para adultos, pero es impresionante cómo los chicos se enganchan a mirar y a descubrir cosas que los grandes no ven.

En un futuro, ¿cómo imagina su carrera?

Creo que voy por el camino de explorar textos cada vez más extensos. También disfruto de cosas que me vienen sorprendiendo como es la reedición de mis libros, en un sentido estricto de lo que significa. Me gusta que libros que salieron hace un tiempo se actualicen. Algo que me debo es otro libro que aborde un análisis teórico de la historia latinoamericana de la ilustración en literatura infantil. Es un terreno casi inexplorado.

¿Tiene algún proyecto para este año?

Voy a inaugurar una gran muestra con un recorrido por toda mi obra, que será interactiva desde un lugar lúdico. Habrá espacios físicos donde se adentrarán en cada uno de mis libros. Está previsto su lanzamiento en la ciudad de Córdoba, y luego se trasladará por diferentes localidades del país.

(*) Foto: del libro “Obvio” (Ed. Edebé)