¿Qué comemos? La importancia del etiquetado frontal
El 20 de agosto comenzó a regir la Ley 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, conocida popularmente como Ley de Etiquetado Frontal. La ley busca advertir a los consumidores sobre el exceso de azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales y calorías en los productos y bebidas exhibidos en las góndolas de los supermercados.
A través de los sellos octogonales negros con inscripciones blancas que establece la norma, los consumidores contarán con información clara y precisa sobre el contenido de los distintos productos, y así, con mejores herramientas para elegir y reconocer fácilmente la calidad nutricional de los mismos. La normativa también apunta a “garantizar el derecho a una salud y a una alimentación adecuada, derechos básicos que tenemos como consumidores”, explica Maricel Olivera, Licenciada en Nutrición (Mat. 1452/2). En efecto, para la especialista uno de los principales problemas es que, actualmente, “la gente no sabe lo que come y hay mucha publicidad engañosa, por ello, la ley busca fundamentalmente advertir a los consumidores sobre qué están comiendo, además de apuntar a la prevención de la malnutrición en la población y a reducir las enfermedades crónicas no transmisibles”.
El decreto reglamentario 151/2022 que acompaña la Ley -publicado el 23 de marzo de este año- estableció dos etapas que regulan la implementación del rotulado frontal, donde se fijaron los plazos para la incorporación del sellado en los productos. Cabe destacar que esa implementación se está llevando a cabo de manera gradual: en el caso de las grandes cadenas de supermercados, a partir de mayo de 2023 todos los productos deberán exhibir los sellos en los casos que corresponda, incluso aquellas que hayan accedido a una prórroga única por 180 días. Por su parte, las pequeñas o medianas empresas, como así también las cooperativas, contarán con un plazo mayor para incorporar el etiquetado, hasta noviembre del próximo año.
De las 2.658 solicitudes ingresadas para la prórroga de la primera fase fueron aprobadas alrededor del 35%. De ese total, únicamente el 3,13% fueron prorrogadas nuevamente y corresponden principalmente a grandes empresas y Pymes Tramo II. Entre los rubros que acumulan más solicitudes se destacan el de golosinas, mermeladas, jaleas, dulces y confituras (21,62%); panificaciones y galletitas (15%); embutidos y conservas cárnicas (14,45%); lácteos (11,27%), bebidas sin alcohol (10,63%); verduras y frutas procesadas (7.39%); cereales y pastas (6,55%); salsas y aderezos (5,19%); entre otros. En este sentido, Olivera recuerda que la Cámara de la Industria de Bebidas Sin Alcohol y la lechera fueron las que mayor rechazo y resistencia expresaron frente a la ley, y agrega: “creo que, en general, las multinacionales de productos procesados van a sufrir el impacto. Aun así, un aspecto a subrayar es que la ley también invita a esas empresas a modificar o disminuir el uso de ciertos ingredientes”.
En efecto, como advierte la profesional, la normativa busca que las empresas de alimentos reformulen la composición de los ingredientes de sus productos y los reemplacen por otros de mejor calidad. Según explica Olivera, “lo que hace la industria es buscar ingredientes que le resulten baratos, los cuales suelen ser de mala calidad e impactan de una manera bastante nociva en nuestra salud. Por ejemplo, si una persona compra un producto que tiene azúcar, ese producto no contiene el azúcar blanco, lleva jarabe de maíz de alta fructuosa, que es el famoso JMAF, un ingrediente industrializado que se utiliza para endulzar. Es muchísimo más barato, pero más perjudicial. Impacta de una manera muy mala en nuestro organismo”.
Es importante señalar que la ley hace especial hincapié en la educación nutricional de niños y niñas. Es así que, en el sellado que acompañará la parte frontal de los envases, los productos que contengan edulcorantes o cafeína deberán incluir además una advertencia sobre el consumo de ese producto por parte de la población infantil. Al respecto, la Lic. Olivera apunta que “es necesario generar ahí un cambio urgente porque las infancias están padeciendo muchas enfermedades crónicas. Hay niños con hipertensión arterial, por mencionar alguna, y es una locura que en edades tan tempranas ya se manifiesten enfermedades que tenían nuestros abuelos”. Vale agregar que, actualmente, en Argentina 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años tiene exceso de peso.
Los valores máximos de azúcares, grasas totales y sodio deberán fijarse según los límites establecidos por el Perfil de Nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Este instrumento fue desarrollado por la demanda de los países de la región con el fin de establecer qué productos deben incluir advertencias sanitarias. Dicho Perfil señala límites que permiten identificar productos procesados y ultraprocesados con excesivo contenido en azúcares, grasas totales, grasas saturadas, grasas trans y sodio. Según la OPS, el consumo frecuente de estos productos es un problema de salud pública que se encuentra fuertemente asociado a enfermedades no transmisibles (ENT) como la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares, cerebrales y renales, causantes del 70% de las muertes en el mundo.
En cuanto a los resultados, Olivera sugiere observar la experiencia de otros países latinoamericanos que ya han implementado leyes de etiquetado frontal: “en Chile, donde cuentan con una ley similar desde hace unos años, se registró una disminución del 25% en el consumo de bebidas azucaradas, gaseosas y cereales, mal llamados “cereales del desayuno”. En Uruguay, por dar otro ejemplo, se empezó a ver que los productos con el sello de sodio alto también presentaban una merma en el consumo, cercana al 20%”.
En la página web de la ANMAT ya está publicado el “Sistema de Sellos y Advertencias”, donde se puede acceder a una variedad de recursos que atañen a la implementación de la normativa, entre ellos, el acceso al sistema, la normativa relacionada, el manual de implementación, los instructivos de uso de los diferentes servicios, al igual que recursos gráficos (octógonos y leyendas) y demás materiales vinculados a la ley. Por su parte, es posible computar los límites de nutrientes críticos establecidos por la ley a través de la “calculadora de sellos”, una herramienta de acceso abierto para toda la población donde pueden ingresarse los valores nutricionales de cada uno de los productos. Al mismo tiempo, la herramienta permite obtener de parte de las empresas una declaración de carácter informativa que sirve de sondeo inicial de los nutrientes críticos y calorías que cuentan los productos comercializados en Argentina.
En relación con la difusión de estos productos, una parte fundamental de la normativa es que establece la prohibición de publicidad, promoción y patrocinio de alimentos y bebidas analcohólicas que contengan al menos un sello de advertencia dirigida a niños, niñas y adolescentes. Además, vencidos los plazos estipulados quedará prohibida su venta y publicidad en los establecimientos educativos de nivel inicial, primario y secundario, debiendo el Consejo Federal de Educación promover a su vez contenidos mínimos de educación alimentaria dentro de las escuelas del país. En tanto, los productos que tengan alguno de los sellos de advertencia tampoco podrán ofrecer una declaración de propiedades nutricionales, logos o frases con avales de sociedades científicas o asociaciones civiles dedicadas a ramas de la medicina, la nutrición o el deporte. Tampoco podrán exponer personajes infantiles, dibujos animados, celebridades, deportistas o mascotas, ni la promesa de entrega de regalos, premios, accesorios, adhesivos, juegos, descargas digitales o cualquier otro elemento que promueva el consumo o fomente la compra o elección del producto.
Más allá de la importancia y ayuda que representa el etiquetado frontal, Olivera pone especial énfasis en que las personas comiencen a incorporar y sostener hábitos saludables dentro de sus rutinas. De lo observado con sus pacientes dentro del consultorio, surge que los productos ultraprocesados tienden a ser los más elegidos por la falta de tiempo y el acelerado ritmo de vida que se impone entre los adultos: “hoy en día estamos todos a full, con mucho trabajo y cosas en la cabeza. El gran problema es que, entre otras cosas, dejamos de darle lugar y dedicación a la cocina y lo cierto es que comer saludable y adoptar una alimentación basada en alimentos reales implica tener que estar un tiempo en la cocina. Por eso la clave es la organización y la planificación. Si uno sabe lo que va a comer -aunque solamente sea en la cena- y hace las compras por adelantado para toda la semana, ya tiene lo necesario en su casa en la heladera y en la alacena, lo cual facilita todo”.