Resistencia antimicrobiana: una grave amenaza para la salud pública

En agosto de este año, el Senado de la Nación sancionó por unanimidad la Ley de Prevención y Control de la Resistencia Antimicrobiana. La nueva normativa tiene por objeto promover el uso responsable de los antibióticos y regular cuestiones referidas al expendio y uso de este tipo de medicamentos, tanto en salud humana como animal.

Ciertos microorganismos que tienen la capacidad de causar enfermedades infecciosas son sensibles a los antibióticos y pueden ser inhibidos o eliminados por medio del uso de estos medicamentos. Sin embargo, como respuesta a los tratamientos que se emplean también existe la posibilidad de que dichos agentes desarrollen algún tipo de resistencia a la acción de la medicina. Esta capacidad, conocida como resistencia antimicrobiana (RAM), implica que se necesiten dosis mayores o, en el peor de los casos, que los antibióticos dejen de ser efectivos.
En este sentido, la sanción de la Ley 27.680 de Prevención y Control de la Resistencia Antimicrobiana resulta fundamental, ya que -según estimaciones para el año 2050- la RAM podría representar la primera causa de muerte a nivel mundial en caso de no lograr una respuesta conjunta y sistematizada a esta problemática. Tal es así que la normativa impulsada por el Senado se enfocará en optimizar del uso de medicamentos, mejorar la sensibilización y conocimientos en materia de resistencia a los antimicrobianos, reforzar la vigilancia y la investigación en la temática, prevenir y reducir la incidencia de las infecciones asociadas al cuidado de la salud, trabajar en la eliminación gradual del uso de antimicrobianos como promotores de crecimiento de sanidad animal y asegurar que se realicen inversiones sostenibles en la lucha contra la RAM.
En la entrevista que sigue a continuación, Mario Glanc, doctor en Salud Pública y director de la Maestría en Sistemas de Salud y Seguridad Social de la Universidad ISalud, profundiza sobre esta problemática y destaca la importancia de la prevención.

¿Cómo podría definir la resistencia antimicrobiana?
Por resistencia antimicrobiana se entiende la progresiva generación de resistencia de un microorganismo a una determinada droga que en algún momento fue efectiva y luego deja de serlo. Los antibióticos son probablemente uno de los avances más importantes en la historia de la medicina del siglo XX, si no el más. Estamos hablando de enfermedades que tienen un enorme impacto como la tuberculosis, la neumonía u otras enfermedades frecuentes.

¿Cómo se llega a que un microorganismo se vuelva resistente a un antimicrobiano?
Básicamente por el mal uso. Esto significa administrarlo cuando no está indicado, darlo de más o de menos, tanto en la cantidad de dosis como en tiempo de duración del tratamiento. También implica utilizarlo de una manera totalmente discrecional para cuando no está indicado. Esta es una situación que se da a nivel mundial, estamos yéndonos de cabeza a un problema gravísimo. Es algo que se conoce desde el mismo nacimiento de los antibióticos. El propio descubridor de la penicilina llegó a decir que la mala utilización de semejante herramienta podía causar un fenómeno de resistencia que termine redundando en que se vuelva inoperante.

¿Usar menos de la dosis indicada también genera resistencia?
Por supuesto. Para poder tener un efecto bactericida, se necesita una determinada concentración en sangre. Desde allí, se puede llegar a la ubicación del microorganismo e inhibir su reproducción o matarlo. Si uno utiliza una concentración menor a la necesaria, es probable que una parte de esos microorganismos resistan a esa concentración menor. Mueren aquellos más débiles, pero quedan los más fuertes. Pasa por varias cosas. Supongamos que un medicamento que está indicado para una angina con microorganismo estreptococo necesite diez o catorce días de tratamiento. Puede que la persona que se empieza a sentir bien al tercer o cuarto día lo deje de tomar, o también puede suceder que el precio de los medicamentos aliente a que se tomen dosis inferiores.
Por lo general, las cajas de antibióticos traen una cantidad de unidades que no alcanza para completar un tratamiento. Eso puede derivar en un tratamiento incompleto o en la compra de dos cajas. Si en determinado momento la persona vuelva a tener síntomas parecidos, toma las unidades que le sobraron y no compra más. Son trampas de la industria que terminan favoreciendo el mal uso de los antibióticos.

¿Qué otras consecuencias tiene la automedicación para el cuerpo?
Bueno, estás incorporando una sustancia extraña. Desde el punto de vista de los efectos colaterales, no existe ninguna droga que no los tenga, aunque pueden ser más o menos intensos.
Para decirlo en términos de ejemplo, todos nosotros tenemos en nuestro intestino una cantidad natural de microorganismos, sin los cuales no podríamos cumplir el proceso digestivo. Si tomás una pastilla con un antibiótico, seguro que estás atacando a esos microorganismos. Eso está bien en casos en los que esté indicado, pero en otros es totalmente contraproducente.

Al margen de contar con una legislación al respecto, ¿qué otros temas deberían tratarse?
Para que alguien no incurra en la automedicación sería necesario contar con un sistema de salud que brinde una rápida respuesta, ágil y efectiva ante la consulta, cosa que no ocurre (o no siempre). A mucha gente le resulta más práctico, barato y efectivo tomar lo que tiene en el botiquín o ir a la farmacia en la que no siempre hay un farmacéutico.
Por otro lado, en la televisión -incluso durante épocas de pandemia-, veías que había publicidad de medicamentos para el dolor de garganta. Uno no sabe si esa afección es una angina por un microorganismo, si se trata de una laringitis viral o si tenés una difteria, para mencionar un extremo. Ayer mismo entré a una farmacia y en el mostrador se ofrecían con descuento antibióticos para la garganta. Estas prácticas son una locura y un despropósito.

¿A qué puede conducir la resistencia a los antimicrobianos?
La resistencia como tal te obliga a usar otro antibiótico seguramente más potente, más caro y más selectivo. Es algo así como obligarte a pasar de un medicamento corriente a uno de uso mucho más específico. Y existe algo mucho más complicado que es la multiresistencia. Esto significa que el microorganismo dejó de ser sensible. Si deja de ser sensible a todos los antibióticos, la consecuencia es la muerte. Así de concreto.

¿Esto es un riesgo latente o ya se puede observar en algunos casos?
Existe una incidencia cada vez mayor de tuberculosis multiresistente, neumopatías multiresistentes y enfermedades contraídas en hospitales y sanatorios que tienen resistencia cruzada contra antibióticos. Esto no es un riesgo potencial. Es algo que se está dando y que se da cada vez con más frecuencia.

¿Luego de la pandemia empeoró el tema de la automedicación?
Durante el año 2020 bajaron brutalmente las consultas médicas porque muchos lugares estaban cerrados, la gente tenía miedo de salir, no se podía y entonces había una limitación muy fuerte para la consulta. Hubo algunos mecanismos para compensar, como la telemedicina y la consulta virtual, pero aun así, lo que puedo decir es que estaban dadas las condiciones para la automedicación.
Podría contar cuál fue la fluctuación en cuanto a la venta de medicamentos por unidad durante esos años, pero de ninguna manera estoy en condiciones de decir si esa variación fue por la automedicación o no. Sin embargo, es un dato significativo que toda la demanda de servicios de salud bajó muchísimo, subió apenas a principios de 2021 y volvió a caer en la segunda gran ola de la pandemia. La gente no quería exponerse a una sala de espera, entonces o no tomaba nada o tomaba lo que podía. Con respecto a medicamentos estamos 6 puntos por debajo en cuanto a cantidad de unidades de lo que estábamos en el año 2019. De todos modos, esa caída tiene más que ver con el precio.

¿Hay algún sector de la población más propenso a caer en la automedicación?
El sector más humilde. Una persona que tiene una prepaga o una obra social tiene acceso a un servicio de emergencia o a una consulta domiciliaria, tiene más posibilidades. Un laburante informal que está enfermo y tiene fiebre o febrícula, va a la farmacia y pide que le den algo. Si no hay un farmacéutico idóneo, esto es automedicación. El tema es que es mucho más económico ir a la farmacia cuando vuelve del trabajo que ir a un hospital, pedir un turno, que lo atiendan y luego ir a comprar el medicamento. Posiblemente pierda dos días de trabajo, dos jornales que ya no tendrá.

¿Qué ocurre en el caso de las infancias?
Es lo mismo. Por suerte, los pediatras son mucho más conscientes de esto y son más reacios a medicar. Son más específicos con la medicación. Algo de lo que no hemos hablado es la mala prescripción de la medicación, aunque el riesgo es exactamente el mismo. La mala prescripción es un fenómeno presente, el poder de la lapicera del médico es muy grande. Tenemos inconvenientes relacionados a la formación del recurso humano. Aun así, no es nuestro problema más importante.

¿Cuál es el marco legal actual y qué vendría a modificar esta ley?
En principio, existe una norma que obliga desde hace muchísimo tiempo a que la venta de antibióticos sea bajo receta. Esto no se cumple. De cualquier forma, la ley vendría a reafirmar primero la venta estricta bajo receta; en segundo lugar, establecería un etiquetado que advierta sobre los riesgos de la automedicación; y en tercer lugar, obligaría a incluir en los envases una cantidad de unidades compatible con el tipo de tratamiento que se receta. Todos son puntos muy importantes que sería muy bueno que finalmente se concreten. Sin embargo, la ley toca intereses vinculados con la industria farmacéutica. Debemos esperar la reglamentación y los mecanismos de fiscalización, y después, que se cumpla. Entonces sabremos si es letra muerta como tantas otras leyes en el país o si es un avance. Ojalá que así sea.